En un extraño lugar de Nariño, las montañas vivieron dormidas, hasta que los espasmos de almas arrugadas provocaron el grito explosivo de una mina; entonces, la piel se levantó confundiéndose con los sonidos de la lluvia del reflejo de los otros: los libertarios. A pesar del disfraz del dolor que seguía sangrando sin piernas, el pálpito al unísono de la paz de los “ajenos” pudo crear nuevas montañas de libertad. La neblina se evaporó, los músculos del alma quedaron lisos: La nueva vida comenzó.
Autora:
Andree Julieth Villota Realpe

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