La noche estaba
jodida, mordía las uñas de todos en las calles y Ana estaba detrás de su
espejo, mordiendo su estómago, alimentando a sus pupilas con la sangre que
parecía algodón de azúcar. De repente,
sintió el temblor: sus voces le hablaron al oído y le tocaron su corazón, sus
tristezas comenzaron a jugar con el piso de una habitación que no era suya;
sacó su ira, colocó sus hojas en el suelo y como si estuviera en labor de
parto, pujó, lloró y escribió con cada cordón umbilical que de sí comenzó a
colgar. Ana no podía ver sus creaciones, dejó que cada letra que de ella había
surgido se convirtiera en cenizas de color morado, pero aun así, no volaron. En
agosto, ella misma decidió morder a la noche, sacó su plumón con decisión, hizo
la paz con sus voces, dejó de alimentar a sus pupilas, quebró el espejo y con
cada pedazo de él, engendró nuevas historias que volaron con pasión.
Seudónimo: Adeline Stephen Woolf
Autora: Andree Julieth Villota Realpe.
Finalista
del I Concurso de Cuento Corto Miguel Fernando Caro Gamboa (2015).
Convocado por Fundación Escribir No Muerde.