En
aquel bello pueblito de Armero, donde el volcán rugía con frecuencia, hace
veintitrés años nació una bella jirafa, bautizada por las circunstancia
de aquel cálido lugar como Jirafanexia. Ella, una jirafa ahora hermosa, sufrió hace
cinco primaveras de sobrepeso. Antes de aquel tiempo sus ojos cafés eran
grandes y brillantes, su cabello era hermoso y sus paticas tenían uñas fuertes,
acompañada de una extraordinaria capacidad mental y un perfeccionismo indómito,
por llevar siempre el primer lugar al bajar hojas de aquellos altos árboles;
solía tener encuentros con la sombra de su pasado, con las alucinaciones que
despertaban su cordura en las que claramente hablaba con la muy conocida
Cerdita.
Cierto
día de abril, llegó a aquellas faldas del volcán donde la jirafa solía jugar,
el bello y apuesto Jirafon, quien asombrado por el peso de Jirafanexia se
acercó a ella exclamando: ¡hey tú! Jirafa de ojos cafés, bella piel y gordura,
¡bájate de allí, tantos kilos matan mi cordura!
Ante
la cruel burla que realizó el anhelado amor de la Jirafa, ella salió
desconsolada del pueblo, acompañada únicamente por la lluvia y el crujir de su
estómago, se posó frente al río de azufre, allí pudo ver su esbelta figura, se
criticó por la comida que había ingerido durante años y prometió bajar de peso
hasta llegar a los huesos. Su dolor era inmenso, así que estiró su largo cuello
para alcanzar las moras de veneno que sosegaban su locura, las tomó con gran
cantidad de agua y quedó plácidamente dormida.
Al
día siguiente, mientras el viento nuevamente soplaba con fuerza, se levantó
exasperada, corrió en busca de comida y al instante recordó su promesa suicida.
No pudo aguantar las ganas de comer en demasía; se atragantó una vez más,
corrió de repente al río y se vio ahí, en el agua, plasmando una figura de
esfera. ¡Oh no! ¡No puedo más! exclamó. Debo sacar esa comida de adentro, debo…
De
repente apareció frente a los árboles de acacia, Cerdita, quien tenía
complicados problemas de obesidad; Jirafanexia al verle tan robusta, sin dudar
introdujo en su cuello su larga pata hasta vomitar. Jamás supo cómo se
introdujo en aquel volcán, jamás supo que eso la llevaría a explotar, matarse y
matar. Desde ahí en adelante, Cerdita se presentó como pesadilla, en cada crisis
existencial, llevando a que Jirafanexia se embriagara con moras azules y se
odiara aún más.
Cierto
día de abril, Cerdita se acercó a Jirafanexia y le dijo: tú eras muy brillante,
y no consumías de aquellas moras azules para dormir, ahora te veo cansada,
delgada y con el cuello lacerado, tu anhelo de vivir se ha esfumado con cada
día gris, ya no ríes y tu mente vuela por los aires tal como vuela tu estilado
cuerpo ¿te pasa algo?
De
inmediato prevenida la Jirafa replicó: “no me pasa nada” y no, no estoy delgada,
en el río mi reflejo dice que estoy obesa, tanto como tú lo estas.
-Cerdita:
¿Puedo ser delgada como tú? ¡Quiero lograrlo!
La
Jirafa se sentó a llorar y entre susurros expresó: jamás pretendas ser lo que
no eres, yo vivo desde hace cinco primaveras un infierno, no puedo dormir, mi
cabello se ha caído, no tengo uñas que me permitan tomar las hojas y frutos de
acacia que tanto me gustan, no tengo fuerza para salir hacia afuera y brillar.
¡Os pido que no caigas en este abismo! ¡Ámate!, y si aún no sabes cómo; ¡ve!
corre hacia dentro y descubre dentro de ti la fuerza insurgente que te puede
hacer feliz.
Cerdita,
no pudo contener el llanto, abrazó las paticas de Jirafanexia, mientras se fue
esfumando con el viento; jurando nunca más volver a atormentar su existencia.
Mientras tanto jirafa entendía que al aceptar su situación, podía buscar allí,
dentro de su alma, las fuerzas necesarias para lograr vencer aquella enfermedad
con la que había sido bautizada.
Se
dirigió con vehemencia ante el río de azufre y le dijo a su reflejo: me voy.
Nadie te ha vencido anorexia; sin embargo, desde hoy deseo ser feliz. Ahora
caminaré contigo luchando contra mí.
Segundo puesto. II Concurso
Institucional de Cuento Universidad Mariana (2013).
Andree
Julieth Villota Realpe
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