Y sí, yo le dije a
Stephen, ¿Por qué demoraste tanto en venir si eras mi mejor invento? Ella me
miró con esas miradas profundas de infierno que sólo podía ver cada martes en
mi espejo y me dijo: el viaje desde el inframundo es complejo; estoy muerta.
Permanecí con los ojos en el piso, respiré el aire de los murciélagos y en voz
baja le grité: nunca debiste regresar, quiero estar allá, en ese mundo donde
las lágrimas no ahogan, allá donde puedo estar conmigo, allá donde nadie me ve.
¡Llévame otra vez!
Stephen sufría de
hipoacusia, jamás pudo escucharme, nunca me llevó de regreso, y tú: ¿podrías
llevarme? ¡Llévame!
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